No sabía que escribir, tenía que llenar esa hoja con un buen relato, la tenue y fría luz del monitor bañaba mi cara, intentaba apretar las teclas y escribir algo coherente pero me percaté de que la dosis de felicidad que me había inyectado unos días atrás culminaba su efecto y el miedo de enfrentarme a la realidad crecía, pero ya era tarde, a mi espalda la realidad cargaba un arma con balas llenas de dolorosos recuerdos y la poso en mi nuca, esta vez la felicidad ya no estaba para protegerme, la realidad disparo sin un rasgo de misericordia y la bala atravesó mi sesera salpicando de inspiración la pantalla haciendo que aquella hoja se llenara de letras mientras que la felicidad la hubiera dejado vacía.
Allan Laurent Colin